Puedo decir, y creo que no me equivoco, que el 60 % de los asuntos que se me han encargado hasta ahora para buscar una solución, podían haberse evitado con el simple hecho de acudir a pedir asesoramiento y llevar a cabo alguna medida preventiva.
¿Por qué ocurre esto?
La percepción que nuestra sociedad tiene de la abogacía es claramente reactiva. Acudo al abogado cuando ya no puedo hacer nada para solucionar el conflicto por mí mismo, cuando el fuego ya se ha desatado y el conflicto ya está servido, nunca antes. Entiendo que esto ocurre en muchos casos por ahorrarse la consulta o por miedo a los honorarios que el letrado les pueda cobrar.
Esta concepción debe cambiar. Yo se perfectamente, que mis honorarios son más altos cuando entramos en litigio judicial, esto es, redactamos la demanda o contestación a la demanda, acudimos a la audiencia previa, acudimos a juicio etcétera… A veces esta situación es inevitable y en ese caso hay que ir a por todas para defender lo que es justo para el cliente pero hay otras muchas situaciones en las que lo anterior va a traer consigo más aspectos negativos que positivos y eso, es indiscutible.
Yo percibo un descontento generalizado entre mis compañeros con el poco uso que hace la sociedad de la abogacía preventiva. Los abogados preferimos siempre solucionar un conflicto de forma amistosa e incluso, evitar que surja, en caso de que sea posible. El buen cliente no quiere un pleito de años, ni una sentencia que diga que ha vencido, el cliente acude al abogado porque quiere una solución a su problema y una solución que sea rápida y eficaz.
Contratando a un abogado de forma preventiva, existen herramientas que pueden solucionar muchos conflictos sin necesidad de hacer pasar al cliente por los vaivenes de un procedimiento judicial.
Contar con un abogado de su confianza al que pueda consultar cualquier duda de forma preventiva no sale caro, es más, merece la pena sin lugar a dudas.
¿A qué casos podemos aplicar la abogacía preventiva?
Hay multitud de situaciones a que nos enfrentamos a lo largo de nuestra vida que son claves y que, sin embargo, a pesar de su importancia, tratamos como un mero trámite formal y a veces con confianza casi ciega en el sistema o en la parte con quien estamos contratando.
Por ejemplo:
La elección de un adecuado régimen matrimonial sin conocimiento profundo de lo que estamos firmando,
La compra de una vivienda con tu pareja sin ninguna regulación sobre los posibles problemas que se pueden dar en el futuro,
El hecho de otorgar testamento o como hacerlo,
Hacer una donación y las consecuencias que puede tener esa operación,
Otorgar algún poder para posibles situaciones futuras,
La firma de un préstamo hipotecario o cualquier otro producto bancario,
La firma de un contrato de arrendamiento sin tener conocimiento de los posibles problemas que pueden surgir y como se solucionarán etcétera.
Y yo me pregunto, si todos decimos diariamente “más vale prevenir que curar”… ¿Por qué no lo llevamos a la práctica en muchas de las decisiones más importantes que tomamos en nuestra vida?